Tras su trágico fracaso en las urnas del 28 de mayo, el Partido Socialista Obrero Español se refugia en la decisión de su líder, Pedro Sánchez, de anticipar las elecciones generales al 23 de julio, como si fuera el único bote salvavidas en un mar de infortunios. Pareciera que el PSOE prefiere tomar un sorbo amargo de una vez, que continuar con su lenta agonía política hasta diciembre.
«Cuando hay una debacle así, hay que intentar ser prácticos y salvar lo que se pueda», es el mantra con el que el PSOE parece autoconvencerse de que el futuro puede ser menos oscuro. Sánchez, como si fuera un náufrago buscando tierra firme, ha optado por anticipar las elecciones generales, acción que ha sumido al partido en una calma tensa. “Era lo único que podía hacer”; “no había otra alternativa”; “después del 28-M la única opción es ganar o morir”, son las justificaciones que repiten sus fieles seguidores como un mantra.
En La Moncloa, parecen creer que pueden armar una batalla competitiva en 54 días, una esperanza que en el partido es considerada más bien como un sueño ilusorio. El círculo cercano a Sánchez ve en la convocatoria anticipada de elecciones la única salida posible de su laberinto. «Es mejor esto que dejar que el partido siguiera cayendo», declaran con un eco de resignación. «No podíamos estar desangrándonos hasta diciembre», admiten, reconociendo el sombrío futuro que les aguardaba.
Emiliano García-Page, quien salió mejor parado en el 28-M al lograr la única mayoría absoluta, fue más allá en su crítica. Según Page, Sánchez estaba obligado a adelantar las elecciones generales, pues de no haberlo hecho, habrían sido “seis meses de barbacoa” en los que “el partido y el candidato se habrían achicharrado”, y con ellos, “las instituciones”.
Aunque con cierta amargura, el partido hace un esfuerzo titánico por mirar hacia adelante. «Toca rearmarnos para dar batalla», dicen con más optimismo que certeza. Por lo menos Sánchez ha logrado algo con la decisión de adelantar las elecciones: aplacar una posible revolución interna.
Los socialistas ahora buscan dos palancas para crecer. Una es, una vez más, polarizar la campaña frente a la derecha, enfrentando un gobierno progresista o uno con el PP y ministros de Vox. La segunda es concentrar el voto de la izquierda, que se dispersó aún más que el del PSOE el 28-M.