Como quien bebe los vientos de su propio narcisismo, Pedro Sánchez y su fiel escudera, Nadia Calviño, nos han brindado una función más de su teatro político, en la que prometen, para quien aún tenga oídos para sus quimeras, la llegada del «pleno empleo» a España. ¿Cómo se materializa este utópico escenario? Sencillo, bajando la tasa de paro estructural hasta un «ambicioso» 8%.
La función, que se ha desarrollado en la sede del PSOE, ha contado con una aplaudida interacción entre Sánchez y Calviño. Ambos han exhibido, con el descaro que solo da el estar acostumbrados a no rendir cuentas, sus supuestos logros. Sin embargo, ha brillado por su ausencia la arrogante frase de que «la economía española va como una moto», dejada atrás en vista de los preocupantes signos de desaceleración en el empleo registrados en junio. A pesar de todo, han enfatizado que no debemos caer «en la autocomplacencia» y han esbozado planes como «un plan de choque contra el paro juvenil» o mejoras en los servicios públicos de empleo para «casar oferta y demanda».
Uno no puede evitar preguntarse, mientras escucha este tipo de promesas, si estamos ante una hábil estrategia de distracción. Durante la conversación, han eludido mencionar a la líder de Sumar, Yolanda Díaz, y han desdeñado, con un cinismo casi admirable, su propuesta de aliviar las hipotecas con un cheque de mil euros, apodado «bono social de emergencia».
No obstante, el binomio Sánchez-Calviño parece tener un as bajo la manga. Su panacea es «ampliar el Código de Buenas Prácticas», medida que Díaz considera fallida. Anunciaron en Ferraz que aumentarán el acceso a las medidas de alivio hipotecario, elevando el límite de rentas desde los 30.000 hasta los 37.800 euros. Pero no nos engañemos, queridos lectores, tal medida solo conseguiría una ampliación de la hipoteca en 7 años o la congelación del pago de la cuota el primer año. El ahorro, aunque parece sustancial (300 euros al mes y 3.600 al año), es una curita para una hemorragia.
Para culminar la entrevista, Sánchez ha lanzado la osada afirmación de que «se ha demostrado estos años que la izquierda gestiona la economía mejor que la derecha». Un argumento sostenido en diapositivas que comparaban la salida de la crisis de la pandemia con la de la década anterior, omitiendo convenientemente la dispar respuesta del Banco Central Europeo y de fondos comunitarios entre una crisis y otra.
Por tanto, cabe preguntarse: ¿Nos enfrentamos a un gobierno que se preocupa realmente por la economía española, o a un escaparate de promesas vacías y autoelogios sin fin?
