El espejismo de una política exterior eficaz se desvanece mientras España, nuestro querido país, parece moverse en un mar de confusión, incapaz de mantener un pulso firme frente a la creciente avalancha de decisiones internacionales que van en detrimento de nuestros intereses históricos y presentes. De forma alarmante, Israel ha reconocido al Sáhara Occidental como territorio soberano de Marruecos, y ello ocurre casi tres años después de que los Estados Unidos hicieran lo propio.
Una tenebrosa alianza se cierne en el horizonte donde Israel, Marruecos y los Estados Unidos parecen jugar una peligrosa partida de ajedrez, en la que los intereses de España quedan sacrificados como un peón insignificante. Sin embargo, ¿podemos endosar toda la culpa a estas potencias extranjeras? La respuesta es un rotundo no.
El Sáhara, reconocido por la ONU como territorio español, ha sufrido la indiferencia de los sucesivos gobiernos de PP y PSOE que, de manera sistemática, han abandonado este enclave estratégico. La falta de interés y compromiso de nuestros dirigentes bipartidistas ha sido tan flagrante que deja a España en manos de Marruecos, y Sánchez parece rematar la jugada con una diplomacia blanda que da la sensación de pleitesía hacia el reino alauita.
En este escenario, el anuncio de la Casa Real marroquí revelando la carta del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, llega como un golpe bajo para nuestra nación. En ella, Netanyahu reconoce abiertamente “la soberanía de Marruecos sobre el territorio del Sáhara Occidental”, comprometiéndose a reflejarlo “en todos los actos y documentos pertinentes del Gobierno israelí”.
Este reconocimiento está en sintonía con el que Estados Unidos realizó en diciembre de 2020, que fue recompensado por Marruecos con la normalización de las relaciones diplomáticas y la adhesión a los Acuerdos de Abraham impulsados por Donald Trump. En palabras del ex presidente estadounidense, “EE.UU cree que un Estado saharaui independiente no es una opción realista para resolver el conflicto y que una autonomía genuina bajo soberanía marroquí es la única solución viable”.
Estas alianzas estratégicas, sin embargo, parecen dejar a España en una posición de aislamiento y debilidad frente a una situación que afecta directamente a nuestros intereses. Marruecos, en su jugada maestra, ha conseguido el apoyo de dos potencias globales a su causa, mientras que nuestro país parece estar en el banco de los espectadores, contemplando pasivamente cómo se desarrolla el juego.
Marruecos y Israel intensifican su cooperación, más allá de la esfera política, centrada principalmente en seguridad, turismo, agricultura y altas tecnologías. Este último anuncio llega poco después de que el Ejército israelí nombrara por primera vez a un agregado militar en Rabat, en otro movimiento que parece apuntar a una alianza cada vez más estrecha.
A la vista de estos hechos, resulta inconcebible la inacción de nuestros dirigentes. Se ha dejado caer a la deriva una región que, como Sánchez Dragó diría, es una parte de nuestro propio ser, un espejo que refleja nuestra historia, cultura y tradiciones. Parecemos haber olvidado que la defensa de la unidad de España, una de nuestras máximas, no debe limitarse a nuestras fronteras reconocidas, sino que debe extenderse a aquellos territorios que, a ojos de la ONU y de la historia, nos pertenecen.
La pregunta entonces se impone, ¿dónde está nuestro orgullo y dignidad como nación? ¿Acaso debemos esperar a que otros defiendan lo que es nuestro por derecho? No podemos seguir en este letargo mientras nuestras responsabilidades como país y como miembro activo de la comunidad internacional son descuidadas. Es hora de que nuestros líderes despierten y tomen la iniciativa en la defensa de los intereses y acuerdos históricos de España.
Aliados así se mascan pero no se tragan, se mataran entre ellos, España debe declararse neutral aliarse con Argelia, y darle la pinza a Marruecos