Las fuerzas armenias en la disputada región separatista de Nagorno-Karabaj han accedido a una propuesta rusa para un alto al fuego, apenas 24 horas después de la ofensiva lanzada por Azerbaiyán en un intento de recapturar el enclave. Esta sorprendente decisión refleja la intensa presión geopolítica y militar en la región.
Los defensores armenios en Karabaj han revelado que la propuesta de cese al fuego provino directamente de Rusia. Tras una rápida ofensiva, el Ministerio de Defensa de Azerbaiyán confirmó que habían alcanzado un acuerdo con los combatientes armenios. Las condiciones estipulaban que las fuerzas armenias deberían «deponer las armas, abandonar las posiciones de combate y desarmarse completamente», con la consecuente entrega de armamento pesado y otros equipos al ejército azerí.
Mientras Azerbaiyán consolidaba su posición en puntos estratégicos, la situación se volvía cada vez más desesperada para los armenios. Fuentes de Reuters informan de decenas de muertos y cientos de heridos en el conflicto. A pesar de las súplicas de Armenia a potencias aliadas como Rusia, las esperanzas de apoyo externo parecían desvanecerse.
La autoproclamada República de Artsaj anunció en un comunicado su decisión de cesar las hostilidades a partir de las 13.00 horas locales del miércoles. La decisión fue tomada en respuesta a una propuesta de las tropas de paz rusas desplegadas en la región.
A pesar de la disputa, Nagorno-Karabaj es internacionalmente reconocido como territorio de Azerbaiyán. Bakú justificó su reciente ofensiva aludiendo a ataques desde la región que habían resultado en bajas de sus tropas.
La posición de Rusia en este conflicto es compleja y refleja sus propias ambiciones territoriales en la región, como se evidencia en sus acciones en Crimea y Ucrania. Dimitri Peskov, portavoz del Kremlin, se pronunció sobre la situación, afirmando que «de iure estamos hablando de las acciones de Bakú en su territorio», reafirmando el apoyo ruso al reclamo territorial de Azerbaiyán.