El telón de acero que alguna vez dividió el mundo durante la Guerra Fría, parece desvanecerse ante la triste escena de un nuevo capítulo en el conflicto entre Ucrania y Rusia. Este viernes, con el estampido de un gong invisible, las autoridades estadounidenses han dejado entrever su decisión de suministrar a Ucrania armas de la discordia: munición de racimo.
Funcionarios anónimos, y que por tanto, hablan a espaldas del honor, han confirmado que Estados Unidos planea enviar esta munición a Ucrania para sumarse a su lucha contra los invasores rusos. Un detalle que no podemos pasar por alto es que dichas armas están prohibidas por más de 120 países y, sin embargo, podrían convertirse en el as en la manga de Ucrania para cambiar el curso de la guerra.
La Casa Blanca, guardián de la estrategia estadounidense, asegura que la decisión está «bajo consideración activa», pero no ha confirmado ni desmentido las informaciones. En el tablero de ajedrez geopolítico, se esperan movimientos trascendentales en la próxima cumbre de la OTAN en Lituania, a la que asistirá Joe Biden, y que previsiblemente se verá eclipsada por la contienda ucraniana.
La presión en el tintero de la guerra se incrementa con la posición de Human Rights Watch, quien ha solicitado tanto a Rusia como a Ucrania que cesen el uso de estas armas y ha instado a Estados Unidos a que se abstenga de suministrarlas. Es de destacar que estas armas, debido a su capacidad para liberar grandes cantidades de minibombas, pueden matar indiscriminadamente y representan un peligro incluso años después de finalizado un conflicto.
A pesar de las reticencias éticas y las restricciones del Congreso estadounidense, el Ejército de EE.UU. ve en estas municiones una posible ayuda a Ucrania, según un alto funcionario del Pentágono. Por otro lado, cabe subrayar que los Estados Unidos actualmente están gastando más de 6 millones de dólares al año en desmantelar proyectiles de artillería de racimo.
Además de la munición de racimo, se prevé que el paquete de ayuda a Ucrania, que podría ascender a 800 millones de dólares, incluya municiones para sistemas de cohetes de artillería de alta movilidad (HIMARS) y vehículos terrestres como los vehículos de combate Bradley y los vehículos blindados de transporte de personal Stryker.
En palabras del presidente ucraniano Volodymyr Zelenskiy, «El F-16 o cualquier otro equipo que necesitemos nos dará la oportunidad de movernos más rápido, salvar más vidas, mantenernos firmes por más tiempo». De concretarse, este paquete de asistencia de seguridad sería el 42º aprobado por Estados Unidos para Ucrania desde la invasión rusa en febrero de 2022, elevando el total de asistencia a más de 40.000 millones de dólares.
Así, mientras los tambores de guerra siguen sonando en el escenario global, es inevitable cuestionarnos la dirección que tomará este conflicto y las repercusiones que tendrán decisiones como estas en la escena internacional.
