La joven Greta Thunberg, convertida en el rostro visible de una juventud aterrada ante el futuro climático, ha sido nuevamente protagonista de las crónicas policiales. En esta ocasión, la activista sueca fue desalojada a la fuerza de una protesta en Malmö, su país natal, donde bloqueaba el acceso a un puerto petrolero.
Horas antes, un tribunal local había multado a la veinteañera Thunberg por desobedecer a la policía el mes pasado. Es evidente que la multa, que ascendía a poco más de 129 euros y otros 86 euros destinados al Fondo para las Víctimas de Delitos, no disuadió a la joven, que ya ha convertido su desobediencia civil en un emblema de su lucha.
«Greta Thunberg, símbolo del activismo climático juvenil, desalojada a la fuerza de una protesta» resulta una sentencia que, aun despojada de la violencia implícita en el acto, evidencia una cuestión inquietante. «No podemos salvar el mundo jugando según las reglas«, afirmó la joven tras conocer el veredicto. Una declaración que, aunque no exenta de cierta razón, también pone de relieve su visión sobre el marco legal y la colectividad que le da soporte.
Hay que recordar que Greta Thunberg saltó a la fama global en 2018 cuando, siendo aún estudiante de secundaria, inició una solitaria protesta frente al parlamento sueco. Pronto se le unieron otros jóvenes activistas y lo que comenzó como un acto individual se convirtió en el movimiento global «Fridays for Future». En 2019, la revista TIME la nombró su «Persona del Año», destacando su papel en dar visibilidad global al activismo climático juvenil.
La joven sueca, por su parte, no se muestra desalentada ante estos incidentes. «La crisis climática no se preocupa por tales cosas. No me desanima«, declaró Thunberg a los periodistas tras su desalojo. Parece que la convicción de la joven permanece firme a pesar de los obstáculos y reveses legales. Quizás esa sea una de las claves de su popularidad: su capacidad para resistir y seguir adelante, haciendo frente a la adversidad con una resiliencia y determinación que bien podrían calificarse de admirables.
Aun así, y aunque es innegable que Greta Thunberg ha logrado colocar el tema del cambio climático en el centro de las agendas políticas y mediáticas, cabe preguntarse si la metodología de la joven activista sueca, basada en la desobediencia civil y la confrontación directa, es la más adecuada para impulsar un cambio real y duradero en nuestra relación con el medio ambiente.
Resulta esencial recordar que la democracia se basa en el respeto a las reglas y a las leyes, las cuales, aunque a veces puedan parecer imperfectas, son esenciales para mantener el orden social y para permitir la convivencia pacífica y el progreso de las sociedades.
Está claro que enfrentamos desafíos ambientales enormes y que la lucha contra el cambio climático es una de las grandes tareas de nuestra época. Sin embargo, debemos abordar estos desafíos de manera responsable y con respeto a nuestras instituciones democráticas y legales, que son los pilares de nuestra sociedad.
En resumen, la lucha contra el cambio climático es una causa noble y necesaria, pero debe llevarse a cabo de manera legal y respetando las reglas que hemos establecido en nuestras sociedades democráticas.