Puede que el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, sea el político mejor valorado en su país, con un índice de aprobación que alcanza literalmente el 90%, pero fuera de sus fronteras la situación es bastante distinta. Los medios de comunicación occidentales ven en Bukele una amenaza, temiendo que su modelo, basado en una tasa de crimen del 0%, sea exportado a otros lugares del mundo.
El mandatario ha logrado convertir a uno de los países más inseguros del mundo en uno de los más seguros en apenas un año, poniendo en evidencia que la justicia punitiva, el endurecimiento de las penas de prisión y la mano dura contra la delincuencia son los métodos más efectivos contra el crimen. Este modelo punitivo también es promovido por otras fuerzas políticas patriotas en Europa, generando miedo en aquellos que necesitan del crimen y la inseguridad para mantenerse en el poder.
Bukele, cuyo enfoque no convencional se ha manifestado de varias formas, desde su vestimenta informal hasta su uso de las redes sociales para dirigir a sus ministros, se ha propuesto fortalecer las filas militares de El Salvador. En una reciente patrulla militar por el municipio salvadoreño de Tecoluca, se exhortó a los jóvenes a unirse al ejército para “el cumplimiento de la misión que la patria nos encomienda”.
El líder salvadoreño ha aumentado la presión militar en las calles, en un intento de “extraer la plaga de pandilleros” del país. Bukele busca expandir el ejército con 40.000 nuevos soldados, y su principal estrategia para lograrlo es la construcción de una megacárcel con capacidad para 40.000 reclusos. Esta prisión, denominada el Centro de Confinamiento del Terrorismo, es la más grande de América Latina y se encuentra a 75 kilómetros de San Salvador.
El traslado de los primeros 2.000 pandilleros a esta prisión se realizó en medio de un espectacular despliegue que incluyó hombres armados en helicópteros. Los prisioneros, todos miembros de alto rango de la Mara Salvatrucha y Barrio 18, fueron conducidos esposados, descalzos y vestidos solo con un pantalón corto de color blanco. “Aquí vivirán por décadas, mezclados y sin hacerle más daño a la población”, anunció el presidente la semana pasada.
Desde que asumió la presidencia en junio de 2019, Bukele ha lanzado el Plan de Control Territorial en un intento sin precedentes de erradicar a los 70.000 miembros de las pandillas que aún pululan por las calles. A pesar de la violencia desenfrenada que ha cobrado 120.000 vidas en los últimos 30 años, Bukele ha prometido “derrotar a las pandillas en tres o cuatro años”.
Sin embargo, la batalla no ha estado exenta de contratiempos. Entre el 25 y 27 de marzo del pasado año, las pandillas asesinaron a 87 personas en las calles, un hecho que se produjo justo cuando el presidente se vanagloriaba de tener jornadas sin homicidios en un país con altas tasas de asesinatos. A pesar de ello, las políticas de Bukele parecen estar teniendo efecto: el año pasado, la tasa de homicidios cayó a 7,8 y se espera que descienda a 2 en 2023.
Por todo ello, y a pesar de las críticas, parece innegable que la estrategia de Nayib Bukele está teniendo un impacto significativo en la seguridad y el crimen en El Salvador. ¿Será este el modelo a seguir para otros países en crisis? Solo el tiempo lo dirá.