Las olas turbias del crimen organizado se están desatando sobre la costera nación de Ecuador, inundando sus ciudades y poblados con el lúgubre y terrorífico lamento de la violencia política. Agustín Intriago, un alcalde virtuoso y querido, cae víctima de una marea criminal que parece incrementar su caudal en la víspera de las elecciones generales extraordinarias. ¿Coincidencia? No lo creo.
Intriago, alcalde ejemplar de la ciudad costera de Manta, conocida por su vibrante industria del atún y un pujante turismo, se convirtió en la segunda víctima política en una semana. Alguien con una determinación escalofriante y un desprecio absoluto por la vida y la justicia le arrebató la vida mientras inspeccionaba las obras de alcantarillado de uno de sus queridos barrios.
El alcalde recibió seis disparos, la mayoría en el pecho, símbolo cruel de un ataque a su corazón que no sólo buscaba apagar su vida, sino también aterrar al pueblo de Manta. Pero, ¿qué fue lo que realmente ocurrió?
El incorruptible Intriago, defensor de su pueblo y un firme baluarte contra el crimen organizado, había sido reelegido gracias a su popularidad y su inquebrantable integridad. Su asesinato no puede ser considerado casual ni fortuito. Wolf Grabendorff, experto en Relaciones Internacionales y temas de seguridad de América Latina, lo expresó claramente: “No es casualidad que mataran al alcalde (…) No tenía ningún vínculo con los diferentes grupos del crimen organizado que operan en Manta desde hace varios años”.
La muerte del señor Intriago no fue el único hecho de sangre en la política ecuatoriana. Le precede el caso de Rider Sánchez, candidato a la Asamblea Nacional, quien también fue abatido a tiros la semana pasada. Además, Javier Pincay y Luis Chonillo, alcaldes de Portoviejo y Durán respectivamente, también han sido víctimas de violentos ataques este año.
“Tomando en cuenta que el país está ante elecciones generales extraordinarias, no me extrañaría que no fuera el último alcalde asesinado este año”, afirmó con pesar Grabendorff. Una advertencia alarmante, que apunta a la persistencia de estas sombrías actividades en el horizonte ecuatoriano.
¿Qué está ocurriendo en Ecuador? ¿Cómo es posible que la violencia se haga presente con tanta impunidad, arrebatando vidas y sembrando el terror en un país que debería estar abocado a la esperanza y al progreso?
En este contexto, la valiente lucha de estos alcaldes, que arriesgan su vida en defensa de la justicia y la verdad, debe ser reconocida y exaltada. Pero no basta con admirar su valor, es necesario preguntarse qué medidas concretas se están tomando para protegerlos.
El asesinato del alcalde Intriago no debe quedar impune, ni convertirse en una estadística más en los informes sobre violencia. Su legado debe ser una fuerza que impulse a Ecuador a enfrentar y erradicar el crimen organizado.