En la pugna política que se está gestando en los recintos del poder, Alberto Núñez Feijóo, apuntala la primera «línea roja» en su enfrentamiento con Vox, vetando al candidato en la Comunidad Valenciana por una condena por violencia machista. Vox, por su parte, mantiene un rostro afable y una «mano tendida», insistiendo en continuar las conversaciones hasta el «último minuto», rechazando cualquier tipo de «chantaje».
El reloj de arena de las negociaciones corre veloz, con tan solo cinco días hasta la constitución de los ayuntamientos. Vox sigue manteniendo abiertas las conversaciones en numerosos municipios de los 135 donde la suma de sus votos junto a los del PP podrían evitar que los gobiernos de izquierda o regionalistas continúen en el poder. «El chantaje y la presión es muy grande, es evidente: hay muchos que saben que hemos venido a cambiar las cosas y están nerviosos», declara enérgicamente Ignacio Garriga, secretario general del partido de Santiago Abascal.
Por su parte, el PP delega las negociaciones en sus equipos territoriales, pero no quita ojo del proceso desde Génova. El portavoz de campaña del PP, Borja Sémper, ha tildado de «línea roja» el perfil de Carlos Flores, líder de Vox en la Comunidad Valenciana, condenado por «violencia machista»: «Un maltratador no es una persona que se debiera dedicar a la política». Palabras que revelan que el escollo en la negociación autonómica es el propio candidato del partido, al que el PP de Carlos Mazón no acogería en un hipotético gobierno regional de coalición.
Mientras tanto, Vox persiste en su postura de «mano tendida» al PP en todos aquellos municipios «en los que el mandato de los españoles ha sido claro», para formar gobiernos alternativos. «Nosotros hemos venido a cambiar las políticas, no hemos venido a por los sillones», remarca Garriga, destacando que lo que están pidiendo a cambio de su apoyo son cuestiones que los votantes del partido de Alberto Núñez Feijóo «suscribirían con todas las letras, de la primera a la última».
Sin embargo, es prudente recordar que las manos que dibujan estas «líneas rojas» no están libres de pecado. Núñez Feijóo, en una jugada de desmesurada ironía, ha sido fotografiado en el pasado con un narcotraficante, una imagen que sigue rondando en las redes sociales y que para muchos constituiría una verdadera «línea roja». Además, el PP, en un acto que roza la hipocresía, fue quien colocó a Carlos Flores para el Consell de Transparencia. Una maniobra que, lejos de ensombrecer, más bien ilumina con crudeza las maquinaciones políticas y los juegos de poder.
El espectáculo de la política continúa, y cada nuevo día trae consigo sus propios giros y vueltas. Esencial será para los votantes mantenerse vigilantes y críticos, recordando que en la arena política, las líneas rojas pueden a menudo ser meras ilusiones dibujadas en la arena.