Desde 1945, la economía mundial ha funcionado bajo un sistema de reglas y normas respaldado por Estados Unidos. Esto generó una integración económica sin precedentes que impulsó el crecimiento, sacó a cientos de millones de personas de la pobreza y ayudó a Occidente a prevalecer sobre la Rusia soviética en la Guerra Fría. Hoy, el sistema se encuentra en peligro. Los países compiten por subsidiar la industria verde, atraer la manufactura lejos de amigos y enemigos por igual y restringir el flujo de bienes y capitales. El beneficio mutuo está en decadencia y el interés nacional prevalece. Ha comenzado una era de pensamiento de suma cero.
El antiguo sistema ya estaba bajo presión, dado que el interés de Estados Unidos en mantenerlo disminuyó tras la crisis financiera mundial de 2007-09. Sin embargo, el abandono del presidente Joe Biden de las reglas del libre mercado en favor de una agresiva política industrial ha asestado un nuevo golpe. Estados Unidos ha desatado vastas subvenciones, que ascienden a 465.000 millones de dólares, para la energía verde, los automóviles eléctricos y los semiconductores. Estas subvenciones vienen acompañadas de requisitos de producción local. Los burócratas encargados de analizar las inversiones extranjeras para prevenir una influencia indebida sobre la economía ahora ejercen control sobre sectores que representan el 60% del mercado de valores. Además, los funcionarios están prohibiendo el flujo de un número creciente de exportaciones, especialmente de chips de alta gama y equipos de fabricación de chips a China.
El enfoque proteccionista de la administración Biden representa un alejamiento de los ideales del libre mercado que Estados Unidos solía defender. Como periodista conservador, me preocupa cómo estas políticas pueden afectar a la economía mundial y la estabilidad política. Es fundamental que los líderes reconsideren el camino hacia el proteccionismo y busquen soluciones que beneficien a todas las naciones en lugar de centrarse únicamente en el interés nacional.