Sin desgastar una pluma, sin manchar tinta sobre papel, pero con el firme propósito de plantar una bandera en el siempre traicionero territorio de la economía global, nos situamos en el umbral de un nuevo panorama. España será, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la nación industrializada con el mayor crecimiento del PIB en 2024. Una noticia que surge como un faro de esperanza en medio de un mar tempestuoso de incertidumbre y turbulencias financieras.
El FMI, esa veleta de los mercados internacionales, ha elevado en un punto porcentual su proyección para España en el corto lapso de tres meses. Este aumento, que simboliza un salto cuantitativo del 2,5% en el PIB, es también el ascenso más considerable entre las economías avanzadas. Estados Unidos, la habitual locomotora mundial, se sitúa a la zaga con un 1,8%.
¿La varita mágica que ha otorgado este halo de prosperidad a la nación ibérica? El eterno motor de la economía española, el turismo, que en esta ocasión ha sumado a su favor al resistente sector servicios. Este tándem ha provocado que el Fondo eleve el crecimiento en cuatro décimas para Italia y en un punto para España. Ambos países representan la cara brillante de la moneda eurozona. Por el contrario, Alemania, el líder económico de la UE, padece un deterioro que se acentúa este año.
En su gran tablero, la Reserva Federal de Estados Unidos, según las previsiones del FMI, realizará dos subidas de tipos más, una en breve y otra en septiembre, hasta establecer los tipos de interés oficiales de Estados Unidos entre el 5,5% y el 5,75%, antes de empezar a reducirlos el año próximo.
A pesar del panorama aparentemente prometedor para la Península Ibérica, la previsión general del FMI presenta un escenario global bastante sombrío, aunque menos que en abril. Se prevé un crecimiento modesto del PIB mundial de un 3% este año, con una cifra idéntica para 2024. Las tensiones geoeconómicas continuarán, sugiere el Fondo, sin vislumbrar el final del conflicto en Ucrania ni el deshielo en las relaciones entre Estados Unidos y China.
Pero en este cóctel de variables, la luz de la economía española brilla con fuerza, impulsada por el turismo y los servicios, y resiste en un mundo agitado. Esa reactivación post-Covid es más frágil de lo esperado a nivel global, pero España parece nadar contra corriente. Tras el colapso de varios bancos medianos estadounidenses y el gigante suizo Crédit Suisse, la inflación persiste, y a medida que los tipos de interés suben, la fragilidad del sistema financiero podría volver a quedar al descubierto.
No obstante, España sigue siendo el rayo de luz en el túnel económico. Una joya en el velo de la penumbra que el FMI reconoce y destaca. La economía española, apoyada en el turismo y los servicios, se erige como un bastión de estabilidad y crecimiento frente a los vientos en contra de una economía global convulsa.
Los riesgos, sin embargo, persisten. La reestructuración de la deuda de los países menos desarrollados sigue siendo un desafío, en gran medida porque China, que financió a estas economías, se niega a aceptar quitas de la deuda. Los países emergentes y en vías de desarrollo, como Oriente Medio, América Latina, Asia Central y África Subsahariana, están experimentando reducciones en su crecimiento previsto.
Pero, al final del día, España emerge como la paloma blanca en un cielo lleno de cuervos negros. Con la previsión de un crecimiento vigoroso, España se alza sobre la turbulencia mundial, demostrando una vez más su capacidad para superar los desafíos y adaptarse a un nuevo orden económico.